
Estábamos Mónica II y yo solas en el comedor, un sitio grande lleno de mesas, viendo la tele para bajar la cena cuando noté que había dos hombres intentando entrar en el hostal. Yo pensé que eran inquilinos (sí lo eran) y les abrí la puerta.
Eran dos hombres rusos, de mediana edad, con pinta de "los soprano", que nada más entrar nos preguntaron si sabíamos hablar inglés, en inglés. Les dijimos que sí, pero al parecer ellos no sabían y continuaron hablando en ruso como si fuese lo más fácil de entender.
Se sentaron en nuestra mesa. Uno de ellos nos cambió el canal de televisión para ver los deportes y el otro nos seguía hablando en su idioma, extrañado de que no entendiésemos ni una palabra. El hombre, como quien no quiere la cosa, sacó una navaja y mientras hablaba, la iba abriendo.
Yo vi que no había nada que cortar en la mesa aparte de nosotras, así que le pregunté a Mónica II si nos íbamos a dormir. La pobre, que veía el mismo espectáculo de la navaja que yo, me dijo que sí y salió corriendo.
Subimos a nuestras habitaciones, pero mientras habría mi puerta oí que los rusos estaban subiendo también, así que me metí en la habitación lo más rápido que pude con la esperanza de que los tíos no vieran cual de ellas era la mia.
Imagina, estaba en esta habitación:
